domingo, 21 de septiembre de 2008

Los sacerdotes del vino


Los sumilleres leoneses visitan una tonelería portuguesa para conocer los secretos de la fabricación de las cubas en las que el vino se cría. C. SANTOS

El la Asociación Leonesa de Sumilleres tienen cabida todos aquellos que se interesen vivamente por el vino y su entorno. Por eso figuran como socios profesionales de todas las categorías de la hostelería y también aficionados a conocer los eternos secretos de la bebida que compite con la cerveza en ser la más popular del mundo.

Tomarse un vaso de vino ha dejado de ser un acto casi inconciente para convertirse en todo un rito. Pues bien, los sumilleres son los auténticos sacerdotes de esta singular ceremonia. Profesionalmente su trabajo es el de aconsejar los mejores maridajes en las comidas celebradas en los restaurantes y, sobre todo, la de conseguir que los participantes en el banquete se sientan felices con el vino que para ellos han escogido.

Desde su asociación los sumilleres leoneses programan para cada año una interminable serie de actividades destinadas a ampliar sus conocimientos. Así, hoy domingo, estarán en los viñedos bercianos catando no los caldos de la rica comarca leonesa, sino sus uvas, conociendo y disfrutando de los sabores y aromas primigenios del vino. El próximo fin de semana visitarán Villaviciosa, en Asturias, para acercarse a la sidra, y el pasado lunes viajaron a las tierras hermanas de Portugal, en las cercanías del Duero, para conocer de primera mano como se elaboran las cubas, esos recipientes mágicos que participan tan activamente en la crianza del vino.

La tonelería de J. M. Gonçalves, con una experiencia de más de cien años a sus espaldas, fue la elegida. En sus modernas instalaciones de Palaçoulo, ha conseguido unir la tradición artesanal a las nuevas tecnologías para producir cada día medio centenar de barricas.

El proceso comienza con la selección de la madera, siempre de roble y procedente de diversas regiones geográficas, desde los Estados Unidos a los montes del Cáucaso ruso o los de las tierras magiares. Son árboles de más de cien años, incluso de más de doscientos que son talados, transportados y almacenados con sumo cuidado para que mantengan todas sus cualidades. Los más buscados son los de grano más fino.

El proceso de fabricación comienza cortando los troncos en el sentido de sus vetas naturales con una gran hacha mecánica. Después se sierran para convertir las piezas de madera en las dovelas, de dos tamaños diferentes, que formaran la estructura de la cuba.

Aquí comienza el verdadero rito artesanal, las dovelas, apenas sujetas por dos aros metálicos, son sometidas al tratamiento de un intenso fuego, combinado con la aplicación de agua, hasta conseguir que las tablas permitan que el artesano las haga adquirir la forma de cuba, una vez lograda de sujeta con nuevos aros metálicos.

La cuba tiene así conseguida su forma, vendrá después la instalación de las bases laterales, la perforación del agujero que permitirá verter el vino en ellas, su lijado y el terminado con la grabación de la firma del artesano tonelero y la de la bodega que las haya adquirido. Grabación que se hace quemando ligeramente la madera con un rayo láser que dibuja primorosamente los motivos elegidos.

Las cubas que se fabrican en la tonelería de J. M. Gonçalves, son empleadas por varias bodegas de la Ribera del Duero, algunas del Bierzo y, como no, en las cercanas bodegas portuguesas de Oporto.

Los sumilleres leoneses tomaron buena nota del proceso, de las aportaciones que la madera de roble aporta a los distintos vinos, y dieron así un paso más en su intento por conocer todos y cada uno de los secretos que rodean al vino.



No hay comentarios: