lunes, 16 de junio de 2008

El Concurso Gastronómico de la Trucha puede mejorar


Cuidando los pequeños detalles el certamen puede ser el más importante del país

La trucha ha vuelto a ser protagonista de la actualidad leonesa por derecho propio. Los ríos de la provincia han contado con la presencia de los concursantes en el Semana Internacional, y los salones del Parador de San Marcos han sido el estupendo escenario de un concurso gastronómico que es ya, por derecho propio, uno de los más veteranos de cuantos se celebran en España.

A pesar de su respetable edad, el certamen sigue teniendo las constantes de un joven en plena forma. En él, para que todo siga igual, nada cambia. Muchos son sus aspectos positivos, pero también hay algunos un tanto decepcionantes... que ahí continúan, incombustibles, como si no existiera una cirugía capaz de erradicarlos.

Puede sonar repetitivo, pero hay que dejar constancia no tanto de los éxitos como de los fracasos, que son los que debemos procurar entre todos que cada vez sean menos, pues el prestigio alcanzado a escala nacional por el concurso bien merece un pequeño esfuerzo para que se acerque cada vez más a la perfección.

Los jurados se enfrentan cada año a un centenar de platos cuyo “punto” en muchos casos pasó hace ya muchas horas. Tienen que degustar guisos que se elaboraron con el mayor cariño la tarde anterior y que llegan a las mesas del certamen complemente fríos, siendo imposible captar todas sus esencias... bueno, ni siquiera las más evidentes. Otro dificultad que deben afrontar los esforzados miembros del jurado es la carencia de luz en el gran salón que se dedica a la exposición de los platos concursantes. Hay que conseguir que esas cuidadas elaboraciones se muestren como en una galería de arte, pues ya sabemos que en este tiempo los cocineros son auténticos artistas plásticos que merecen todas las consideraciones estéticas.

Pero lo más importante es conseguir que, bien en las grandes cocinas del Parador o en unas instaladas de forma provisional, los cocineros elaboren sus recetas en el momento y las presenten ante en jurado en su punto justo, para que sus miembros puedan aprecias a la perfección todas sus cualidades de textura, sabor y aromas, además, como decíamos, de sus virtudes estéticas.

Hay otros pequeños detalles que suponemos servirían de estímulo a los posibles concursantes. Por ejemplo, en vez de la lista interminable de premios, que hace que prácticamente todos los participantes se llevan algún galardón, pensamos que los premios deberían ser menos pero más importantes, con lo que el prestigio aumentaría.

Otro detalle importante a corregir es el de que el ganador del premio en una edición no debería presentarse a la siguiente. Esto es algo que se hace habitualmente en todos los concursos, y que evitaría que participantes como el ya célebre Restaurante Granero, de Valencia, figure edición tras edición en la cabecera de la lista de galardones. Es encomiable el interés que este gran profesional demuestra por nuestro concurso, pero es cansino que lo gane siempre.

Finalmente, para no aburrir, creo que es un tanto lamentable que en el certamen no puedan emplearse para la elaboración de los platos truchas de verdad, por ejemplo las que esos mismos días pescan los participantes del concurso en los cotos provinciales. Es paradójico encontrarse, en un concurso netamente leonés, con creaciones culinarias realizadas con grandes truchas asalmonadas que nadan tienen que ver con las de nuestros ríos. Con el empleo de truchas autóctonas y la preparación de los platos en vivo y en directo el concurso ganaría muchos enteros y llegaría al medio centenar de ediciones en plenitud de forma.

Pero por encima de todo hay que felicitar a la Asociación de Hostelería y especialmente al incombustible Benito, su entusiasmo y profesionalidad a la hora de manejar los mil y un hilos que hacen posible que cada año este concurso sea un enorme éxito.

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